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Registro Espiritual
Fermín Févre 2004
Registro espiritual, Legado de Los Andes
Si bien hace unos cuantos años que Claudia García Moritán pinta, la experiencia espiritual que le deparara un reciente viaje a Machu Pichu en 2003 ha despertado en ella la necesidad de hacer ésta, su primera muestra individual.
El mundo milenario de las alturas de Machu Pichu, con sus despojadas construcciones de piedra, su peculiar arquitectura monumental y el clima espiritual allí creado despertaron en la artista una identidad existencial que ha dado lugar a esta exposición. En la Historia del Arte abundan ejemplos de artistas que han desarrollado su creatividad a partir de la identificación con un tema determinado. Es como si una fuerza desencadenante se hubiera despertado en ellos gracias a esa temática sustancial.
Las pinturas que ahora presenta esta artista, nacidas por el impacto afectivo de ese encuentro, recrean más que el lugar admirado, el espíritu que ha proyectado en la autora. Es por eso que su reconstrucción pictórica no es literal. Partiendo de esa realidad existente, ha elaborado imaginativamente lugares determinados que son como hitos en su recorrido espiritual.
"No hay hechos, sino interpretaciones", decía Nietzsche, y es desde esa interpretación personal que Claudia García Moritán da vida a los rincones de Machu Pichu; sus muros de piedra, pasadizos, escaleras, rocas sagradas, mausoleos, y "ventanas" al paisaje circundante.
Para ponerlos de manifiesto en su plenitud espiritual, la artista se vale de elementos estrictamente plásticos: tratamiento simbólico de la luz, valorización de los silencios, cierta parquedad expresiva dada por el empleo sosegado del color, rigor estructural en las composiciones.
Para lograr un conjunto significativo del lugar, la artista ha rehuído con inteligencia de escenas de conjunto o que ofrezcan una visión monumental. Su predilección por el detalle y por la visión fragmentaria, le permite hurgar en los rincones y "hacer ver" lo que, generalmente queda dejado a un lado al pasar.
De tal modo, permite que sea el contemplador de sus obras quien pueda armar el rompecabezas y darle significación. El juego de luces y sombras que emplea permite que los acentos aportados por cada uno en la lectura, tengan los matices expresivos reclamados por cada visión personal.
Finalmente, estas pinturas inspiradas en Machu Pichu tienen su propia autonomía. Constituyen realidades en sí mismas que se orientan hacia una concepción pictórica abstracta en la que -una vez más- se pueden apreciar los vínculos existentes entre las culturas arcaicas de la América andina y muchas formas que caracterizan a la pintura moderna.
Muchas veces, esas relaciones son sólo formales y asistimos a expresiones vacías; de ritos sin mitos. El valor de las pinturas de esta artista radica en lograr transmitirnos no un hecho del pasado sino un clima espiritual que podemos asumir como vigente en cada uno de nosotros. Logra así dar un sentido actual al mito.
Fermin Fèvre
Buenos Aires, mayo de 2004